El
útero simbólicamente representa la casa, el hogar, el nido. Desde
el punto de vista del embrión/feto/bebé que en él se desarrolla,
se debe tener presente que las primeras experiencias siempre dejan
recuerdos imborrables y, precisamente por eso, adquieren significados
especiales, como el primer beso, el primer día de colegio, el primer
amor. El útero es nuestro primer hábitat, la primera casa que
habitamos, el primer entorno con el que nos identificamos. Todo lo
que vivamos y sintamos en él quedará profundamente archivado en
nuestro inconsciente y conformará los cimientos de nuestro Proyecto
Sentido. No en vano, es precisamente en el útero donde se realizan
los intercambios de substancias entre la madre y el hijo y donde se
genera la conexión emocional madre/hijo.
Para
la madre, el útero representa la concepción, la recepción y la
organización del nido para el hijo que llega; el territorio y la
responsabilidad y capacidad de organizarlo. Las intrusiones en el
territorio y todo lo que pueda limitar o condicionar esa capacidad de
organizarlo libremente afectará emocionalmente a la mujer y, por
ende, se reflejará en su biología. Además, al ser el órgano de
la menstruación, los problemas relacionados con el útero
generan alteraciones directas en la regla, afectando su periodicidad,
su regularidad, su duración y su intensidad, por lo que pone de
manifiesto cómo vive la mujer su feminidad, su sexualidad y su rol
como madre, educadora y esposa.
Al
tratarse de la primera casa que habitamos, los síntomas y problemas
asociados al útero siempre están relacionados directa o
indirectamente con situaciones en las que la madre siente que no
puede llevar a buen término la gestación del niño o sufre porque
cree que no puede nidificar adecuadamente o le invade una angustia
profunda porque teme no poder llevar a cabo el papel de madre. A
menudo, son conflictos vividos como pérdida y, otras veces, éstos
tienen claras connotaciones sexuales relacionados con la pareja.
La
biología de la mujer que tiene dificultades o no puede dar a luz
debido a problemas en su útero nos revela que anhela tener
un hijo; pero que sus miedos profundos le bloquean y le impiden
cumplir sus deseos. La mujer que no puede dar a luz también es
posible que esté resentida consigo misma porque cree que no será
capaz de proporcionar un hogar y un ambiente familiar idóneos para
su hijo. Muchas veces se trata de memorias
transgeneracionales de otras mujeres del clan familiar que
enfrentaron y sufrieron este tipo de circunstancias en sus vidas;
programas inconscientes que la mujer recibe desde el momento en que
es concebida, bien por lealtad y afinidad transgeneracional o por
Proyecto Sentido de su madre o de su abuela materna.
Las
patologías más frecuentes relacionadas con el útero son las
infecciones, los trastornos funcionales, los fibromas, los miomas,
los pólipos, los tumores y el cáncer. Se trata siempre de
conflictos relacionados con la pareja o con embarazos que han ido
mal, abortos, partos difíciles y peligrosos o situaciones que ponen
el riesgo la supervivencia, continuidad y renovación del clan.
Los
fibromas, o quistes, son tumores benignos de tejido fibroso que se
forman con frecuencia en el útero. Al no causar dolor, pueden pasar
inadvertidos incluso durante años. La presencia de este tejido puede
generar en la mujer el efecto psicológico de que alberga un bebé en
su útero. En estos casos, los fibromas uterinos
revelan a menudo un rechazo profundo de esa mujer a comprometerse
plenamente con su pareja o amante.
Sin
embargo, biológicamente cualquier fibroma o quiste revela
la existencia de un rencor reprimido y cuando aparecen en el útero es
porque ese resentimiento va dirigido hacia la pareja. Son agravios y
desplantes que se repiten o se mantienen en el tiempo. La mujer se
siente lastimada, injustamente atacada en su integridad. Durante
mucho tiempo madura ese resentir reprimido que acaba solidificándose.
Los quistes son penas y rencores acumulados durante largo tiempo con
los que simbólicamente la mujer pretende amortiguar esos golpes y
los que puedan llegar.
Pueden
ser también pesares y dolores acumulados y sostenidos en el tiempo
por el fallecimiento de un hijo, por haber sufrido un aborto, por
haber dado un hijo en adopción e incluso por la separación de un
hijo hospitalizado durante sus primeras semanas o meses de vida. La
mujer con quistes en su útero debe tomar conciencia de su
situación y dejar de creer que es mejor madre y persona por
conservar su dolor por el hijo perdido.
Son
tumores benignos que se forman en el útero en mujeres
fértiles y maduras, raramente en menores de 20 años o en mujeres
menopáusicas. Habitualmente, la presencia de miomas provoca
infertilidad y pueden llegar a ocasionar también abortos, así como
partos prematuros.
En
los casos de miomas uterinos son muy habituales las
situaciones de frustración sexual. Mujeres que sufren porque no
pueden llegar a disfrutar o consumar el acto sexual. Conflictos
también en los que la mujer sufre una angustia profunda porque se
siente incapaz de encontrar pareja y, en consecuencia, se ve privada
de la copulación. En el fondo, los miomas uterinos son un
programa biológico ante un conflicto de territorio; falta algo, hay
un vacío en la casa –el útero- que inconscientemente lleva a la
mujer a rellenarlo.
- Cáncer
de cuello de útero:
El
cáncer de cuello de útero responde a conflictos de
frustración sexual con el macho que son vividos por la mujer como
sucios, como golpe bajo o traición. También se añade a menudo un
conflicto de separación porque la mujer sufre la falta de contacto
con el ser querido, bien porque no está, bien porque lo ha perdido o
se ha ido con otra. Esa mujer sufre porque desea ser poseída. Se
siente sola y le invade una angustiosa frustración sexual. Afronta
con desamparo la certeza –en unos casos- o la sospecha –en otros-
de haber sido abandonada o sustituida por otra. Vive en soledad el
dolor de no haber sido la elegida o de sentirse la segunda.
Conflictos, en definitiva, de separación y de desvalorización
sexual.
En
ocasiones, ni siquiera es necesario que estas situaciones sean
reales. La sospecha de no haber sido la elegida o de haber sido
sustituida por otra y el miedo que esto genera pueden ser
suficientemente intensos para activar la biología de esa mujer que
puede acabar sufriendo cáncer de cuello de útero.
El
endometrio es la capa mucosa que recubre el interior del útero.
Durante la ovulación, esta capa se engrosa para recibir el óvulo
fecundado y favorecer su adecuado desarrollo. Durante los ciclos
menstruales que terminan sin fecundación esta capa es eliminada
junto con el flujo sanguíneo de la regla.
El
desarrollo excesivo de esa mucosa y su expansión a otras zonas
próximas se conoce como endometriosis. Cuando el tejido
endometrial aparece en la vesícula, que representa el órgano
vinculado a la organización y marcado de territorio, se trata de
conflictos surgidos habitualmente en el hogar o en el trabajo. Si el
tejido endometrial se desplaza hasta los ovarios es porque la mujer
ha vivido o está viviendo un conflicto de pérdida, probablemente un
aborto o la muerte prematura de un hijo. En estos casos suele haber
memorias transgeneracionales de niños fallecidos al nacer o en la
primera niñez. Cuando la endometriosis se manifiesta
en el recto siempre hay detrás situaciones que la mujer ha vivido
como traición y golpe bajo por parte de su pareja.
La endometriosis pone
de manifiesto que la mujer siente que no dispone del nido o la
privacidad adecuados para procrear. Puede tratarse de un hogar
inadecuado, un ambiente familiar tóxico o la presencia de otras
personas, como por ejemplo la familia política. Todo ello limita la
capacidad y la libertad de la mujer para organizar su territorio y
sentir que éste reúne las condiciones idóneas para que crezca su
hijo.
Más
habitualmente, la endometriosis responde a memorias
transgeneracionales surgidas de
muertes ocurridas en partos anteriores o partos que resultaron
peligrosos. Puede tratarse incluso de la memoria del propio parto de
la mujer que sufre endometriosis si éste implicó un
sufrimiento excesivo y dolor tanto para ella como para su madre. La
memoria celular de esa mujer guarda latente toda esa información que
se activa y manifiesta cuando anhela ser madre; memoria que puede
llegar a obstaculizar ese deseo a través de su biología para evitar
la posibilidad de repetir episodios de dolor y peligro. La mujer
desea tener un hijo; pero hay algo más fuerte y profundo que lo
impide. Es un miedo inconsciente que bloquea su deseo.
Cuando
el endometrio crece en exceso sin desplazarse fuera del útero puedo
dar lugar a la aparición de pólipos que se incrustan en
la pared del útero. La presencia de estos cuerpos extraños en el
útero no suele manifestar síntomas; pero sí puede provocar
irregularidades en la intensidad y la periodicidad de la regla,
así como metrorragias o sangrados vaginales desvinculados
de la menstruación. Los pólipos endometriales son causa
probable de infertilidad porque comprometen seriamente la posibilidad
de quedarse embarazada y dificultan el mantenimiento de embarazos en
curso. Los pólipos endometriales ponen de manifiesto la
inseguridad de la mujer sobre su capacidad para llevar a cabo el
embarazo. También evidencian sus dudas para comprometerse plenamente
con su pareja, así como sus miedos ante la posibilidad de recibir a
su hijo en un ambiente familiar o en un hogar inadecuados.
El útero representa
el nido, la casa, la privacidad y seguridad que anhela y necesita la
madre para proporcionar el ambiente familiar ideal a su futuro hijo.
Cualquier síntoma referido a esa parte de su cuerpo desvela, como
hemos visto, la existencia de conflictos emocionales que la limitan
en sus deseos y capacidades como generadora de vida. Conflictos que
comprometen seriamente su función materna y que delatan cómo vive y
siente su relación de pareja.
La
mujer que sufre cualquiera de las enfermedades vinculadas
al útero debe tomar conciencia de las posibles memorias
transgeneracionales a las que está expuesta y, por supuesto, de esos
miedos e incertidumbres que le están bloqueando. A partir de esa
toma de conciencia podrá realizar los cambios necesarios en su vida
para liberarse y realizarse en coherencia y plenitud.
Fuente: Jesús Caslas, autor del libro Descodificación Bio- Transgeneracional
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