14 preceptos de Thich Nhat Hahn


Thich Nhat Hahn

(Monje Budista desde hace más de cuatro décadas y activista por la Paz, nominado para el Premio Nobel por ese motivo).



No creas que yo siento que sigo todos y cada uno de estos preceptos perfectamente. Sé que fallo de muchas maneras. Ninguno de nosotros puede cumplir plenamente cualquiera de ellos. Sin embargo, debo trabajar hacia una meta. Esta es mi meta. Ninguna palabra puede reemplazar a la práctica, sólo la práctica puede hacer a las palabras... (Thich Nhat Hahn)


1. No seas idólatra ni te ates a ninguna doctrina, teoría o ideología, incluso a las budistas. Todos los sistemas de pensamiento son medios de guía; no son la verdad absoluta.


2. No creas que el conocimiento que tienes en este momento es la verdad inmutable, absoluta. Evita ser de mentalidad estrecha y atarte a los puntos de vista presentes. Aprende y practica el desapego de los puntos de vista para estar abierto a recibir los puntos de vista de los demás. 
La verdad se encuentra en la vida y no meramente en el conocimiento conceptual. Prepárate para aprender a través de toda la vida y a observar la realidad en ti mismo y en el mundo en todo momento.

3. No fuerces a los demás, ni siquiera a los niños, por ningún medio en absoluto, a adoptar tus puntos de vista, ya sea por autoridad, amenaza, dinero, propaganda o incluso educación. Sin embargo, por medio del diálogo compasivo, ayuda a los demás a renunciar al fanatismo y la estrechez.

4. No evites el contacto con el sufrimiento ni cierres tus ojos ante el sufrimiento. No pierdas la conciencia de la existencia del sufrimiento en la vida del mundo. Encuentra maneras para estar con aquellos que están sufriendo por todos los medios, incluyendo el contacto personal y las visitas, imágenes, sonido. Por tales medios, despierta tú mismo y a los demás a la realidad del sufrimiento en el mundo.

5. No acumules riqueza mientras millones están hambrientos. No tomes como el objetivo de tu vida a la fama, el provecho, la riqueza o el placer sensual. Vive simplemente y comparte el tiempo, la energía y los recursos materiales con quienes están en necesidad.

6. No mantengas ira u odio. Tan pronto como surgen la ira y el odio, practica la meditación sobre la compasión para comprender profundamente a las personas que han causado ira y odio. Aprende a ver a los otros seres con los ojos de la compasión.

7. No te pierdas en la dispersión y en el ambiente que te rodea. Aprende a practicar la respiración para recuperar la compostura del cuerpo y la mente, para practicar la atención, y para desarrollar la concentración y la comprensión.





8. No pronuncies palabras que puedan crear discordia y causar ruptura en la comunidad. Haz todos los esfuerzos para reconciliar y resolver todos los conflictos, aunque sean pequeños.

9. No digas cosas falsas por el bien del interés personal o para impresionar a las personas. No pronuncies palabras que causen desviación y odio. No difundas noticias que no sabes si son ciertas. No critiques o condenes cosas de las que no estás seguro. Habla siempre verdadera y constructivamente. Ten el valor de hablar sobre situaciones de injusticia, aun cuando hacerlo pueda amenazar tu propia seguridad.

10. No uses a la comunidad Budista para ganancia o provecho personal, ni transformes tu comunidad en un partido político. Una comunidad religiosa debe, sin embargo, tomar una actitud clara contra la opresión y la injusticia, y debe esforzarse por cambiar la situación sin engancharse en conflictos partidarios.

11. No vivas con una vocación que sea dañina para los humanos y la naturaleza. No inviertas en compañías que priven a los demás de su oportunidad de vivir. Elige una vocación que ayude a realizar tu ideal de compasión.

12. No mates. No permitas que otros maten. Encuentra todos los medios posibles para proteger la vida y prevenir la guerra.

13. No poseas nada que debería pertenecer a los demás. Respeta la propiedad de los demás pero evita que los demás se enriquezcan con el sufrimiento humano o el sufrimiento de otros seres.

14. No maltrates a tu cuerpo. Aprende a manejarlo con respeto. No veas a tu cuerpo sólo como un instrumento. Preserva las energías vitales (sexual, respiración, espíritu) para la realización del Camino. La expresión sexual no debería ocurrir sin amor y compromiso. En las relaciones sexuales, sé consciente del sufrimiento futuro que pueda causarse. Para preservar la felicidad de los demás, respeta los derechos y compromisos de los demás. Sé plenamente consciente de la responsabilidad de traer nuevas vidas al mundo. Medita sobre el mundo al cual estás trayendo nuevos seres.

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No Olvides Tu Canción

El conocimiento se puede transmitir, pero la sabiduría no. Esta no sabe de colores, no siempre la sabiduría pertenece a personas cultivadas. La sabiduría nace de la propia experiencia y de la conexión con nuestra materia prima esencial. Por eso, las culturas  ancestrales nos superan en la comprensión del verdadero sentido de la vida. Un ejemplo de ello, es esta bonita historia de Tolba Phanem, poetisa africana, luchadora por los derechos civiles de la mujer: 
LA CANCIÓN DEL HOMBRE





"Cuando una mujer de cierta tribu de África sabe que está embarazada, se interna en la selva con otras mujeres y juntas rezan y meditan hasta que aparece la canción del niño. Saben que cada alma tiene su propia vibración que expresa su particularidad, unicidad y propósito. Las mujeres entonan esta canción y la cantan en voz alta. 

Luego retornan a la tribu y se la enseñan a los demás. Cuando nace el niño, la comunidad se junta y le cantan su canción. Luego, cuando el niño comienza su educación, el pueblo se junta y le canta su canción. Cuando se inicia como adulto la gente se junta nuevamente y canta su canción. Cuando llega el momento de su casamiento, la persona escucha su canción. 

Finalmente cuando el alma va a irse de este mundo, la familia y amigos se acercan a su cama e igual que para su nacimiento, le cantan su canción, para acompañarlo en su transición. En esta tribu de África hay otra ocasión en la cual los pobladores cantan la canción. Si en algún momento de su vida la persona comete un crimen o un acto social aberrante, lo llevan al centro del poblado y la gente de la comunidad forma un círculo a su alrededor, entonces… le cantan su canción. 




La tribu reconoce que la corrección de las conductas antisociales no es el castigo; es el amor y el recuerdo de la propia identidad. Cuando reconocemos nuestra propia canción ya no tenemos deseos ni necesidad de hacer nada que pudiera dañar a otros. Tus amigos reconocen tu canción y la cantan cuando la olvidaste. Aquellos que te aman no pueden ser engañados por los errores que cometes ni la oscuras imágenes que muestras a los demás. 

Ellos recuerdan tu belleza cuando te sientes feo; tu totalidad cuando estás quebrado; tu inocencia cuando te sientes culpable y tu propósito cuando estás confundido. No necesito una garantía firmada para saber que la sangre de mis venas es de la tierra y sopla en mi alma como el viento, refresca mi corazón como la lluvia y limpia mi mente como el humo del fuego sagrado".

La puerta de tu felicidad se abre hacia adentro

Una vez se le preguntó a un maestro de meditación ¿Por qué es bueno meditar? Él contesto con esta historia:


LA PUERTA

En círculos psicoanalíticos se cuenta una historia bien conocida acerca de un hombre que es atormentado por un sueño recurrente. Este hombre se encuentra atrapado en una habitación; es incapaz de abrir la puerta y escapar. Registra la habitación en busca de la llave, pero nunca puede encontrarla. Con todas sus fuerzas intenta abrir la puerta, pero ésta no se mueve en lo más mínimo. No hay ninguna manera de salir de la habitación excepto a través de la puerta que él mismo no puede abrir. Está atrapado y tiene miedo. En una sesión con su analista el hombre se refiere a este sueño, el cual ha estado atormentándole durante años. El analista atiende cuidadosamente al relato del sueño, prestando atención a todos los detalles, e indica que quizás la puerta se abre en la dirección opuesta. Cuando tiene este sueño de nuevo, el hombre recuerda dicha sugerencia y descubre que la puerta gira hacia dentro sin resistencia alguna"

Hoy en día mucha gente tiene esta sensación de estar atrapada, de estar encerrada en una vida que ya no parece ser satisfactoria. Sintiendo un sentimiento de callada desesperación y mantenido a distancia a través de una actividad constante o de remedios milagrosos. ¿Quién de entre nosotros no ha sentido alguna vez la necesidad de escapar hacia una nueva vida, fantaseando quizás que uno es liberado por un nuevo y hermoso amante o imaginándonos que ganamos la lotería? Algunos de nosotros nos pasamos la vida esperando; esperando a que pase algo que cambie nuestras vidas. Y aun así, la lección más básica y obvia que la vida ofrece, aparentemente tan difícil de comprender, es: que la felicidad es un estado mental, y no algo que pueda ser adquirido del mundo exterior o de otras personas.
Todos ambicionamos la felicidad, pero la mayoría de nosotros la buscamos fuera de nosotros mismos; en otras personas, en el trabajo, o en las actividades meramente ociosas. Conforme envejecemos nuestros sueños se desvanecen lentamente. Vamos convirtiéndonos en personas menos idealistas, más pragmáticas. Nos conformamos con lo que tenemos y tratamos de ser filosóficos en relación a esos sueños que nunca se cumplieron, o que sí se cumplieron pero resultaron estar vacíos de la promesa que en otro tiempo habían guardado. En su mayoría nuestras vidas se van asentando sobre moldes previsibles, y mientras tanto lo único que hacemos es contemplar tristemente nuestros sueños rotos o vacíos. 

En su poema "La Puerta", el poeta e inmunólogo checo Miroslav Holub, nos incita a tener el valor de contemplar nuestras vidas con nuevos ojos.
Ve y abre la puerta.
Quizás afuera haya un árbol,
Un bosque, un jardín,
Una ciudad mágica.
Ve y abre la puerta.
Quizás haya un perro hurgando.
Quizás veas una cara, o un ojo,
o la imagen de una imagen.
Ve y abre la puerta.
Si hay niebla,
se despejará.
Ve y abre la puerta.
Aunque no haya nada más
que el tictac de la noche,
aunque no haya nada más
que el sordo aire,
aunque no haya nada,
ve y abre la puerta.
Al menos hará viento...
La puerta de la que el poeta habla es la puerta que se abre hacia dentro para revelar nuestras necesidades más profundas al igual que nuestras más elevadas aspiraciones. La meditación es un modo de abrir esa puerta. Al abrirla das el primer paso en el "sueño" del despertar que, a través de la historia, ha sostenido la imaginación de la humanidad. Es un sueño sin final predeterminado; es una aventura -la aventura de recreamos, de reconvertimos-. Es el gran mito humano del trascenderse a uno mismo.
Llamarlo "mito" no implica que sea irreal. Significa, sin embargo, que es más real; significa que comenzamos a conectar con nosotros mismos de una manera más profunda, a experimentamos a nosotros mismos como partes de algo mucho más grande y más inmenso. Nos adentramos en la totalidad del curso de la vida.
Atrévete... Ve y abre la puerta... Al menos, correrá viento...


"Algún día te darás cuenta que esa puerta que creías cerrada para siempre, sufría porque nunca intentabas abrirla"
(Alejandro Jodorowsky)

Fuente:  Del libro,  “Cambia tu Mente” de Paramananda

Parábola Sobre la Muerte

Buda utilizó muchas parábolas para transmitir de manera fácil, su sabiduría a quienes lo escuchaban. En esta ocasión os invitamos a leer una de ellas relacionada con la muerte y con lo difícil que resulta aceptar la pérdida de un ser querido.
Se llama “Parábola de la Semilla de Mostaza” y trata de cómo Buda ayudó a comprender y aceptar a una madre la muerte de su hijo...
PARÁBOLA SOBRE LA MUERTE


Cuentan que una madre llorosa se acercó a Buda con su hijo muerto en brazos:
-¡Por favor, iluminado, ayúdame!” le dijo con el rostro cubierto de lágrimas. Me dicen que mi hijo ha muerto, pero yo creo que sólo está dormido.
- ¿Qué puedo hacer por ti? preguntó Buda extendiéndole la mano. 
- Cura a mi hijo, no puedo vivir sin él. Tú eres un hombre de grandes poderes, devuélvele la vida.
Buda esbozó una sonrisa compasiva y le dijo: 
- Con gusto haré lo que me pides y sólo te pediré algo a cambio: debes traerme tres semillas de mostaza que obtengas de un hogar al que jamás haya visitado la muerte”. La madre se alegró, y con el niño sin vida aún en brazos, corrió rumbo a la aldea para cumplir su parte.
La madre llamó a una primera puerta. Abrió una mujer que gustosa se ofreció a darle tres semillas de sésamo:
- Seguramente que en esta casa nadie ha muerto dijo la madre. 
- Los que vivimos bajo este techo somos pocos, comparado con todos los que murieron aquí, dijo la mujer, así que la madre debió rechazar las semillas.
En la segunda puerta se enteró que hacía un año el hermano del dueño había muerto a causa de un accidente. Lo mismo le sucedió el resto del día: si no había sido un hermano, era un hijo o algún otro familiar el que había fallecido en el pasado.
La mujer pasó varios días tocando la puerta de casas esperando que hubiera un sólo lugar de donde le pudieran ofrecer las semillas de mostaza donde no hubiese muerto algún ser amado. Pero nada, su búsqueda era infructuosa.
Al atardecer volvió al bosque, aún con el niño sin vida en sus brazos. 
-  Así que no hay cura para la muerte, después de todo ... 
Mi pequeño, dijo, sujetando la mano del niño, pensé que la muerte había llegado para ti solamente, pero no es así. La muerte llega para todos los seres.  Es imposible, no existe el hogar que jamás haya conocido la visita de la muerte.
Más resignada la mujer había parado de llorar y sentía un enorme alivio en su corazón. Tan pronto como pudo, volvió a buscar a Buda que seguía dialogando con sus discípulos.


- No eres la única que ha perdido un hijo frente a la muerte,  dijo Buda cuando la tuvo enfrente.

- Querida hija, la vida de los mortales en este mundo es difícil, breve, y llena de sufrimientos,” declaró el Buda, ya que no hay medios, ni nunca los habrá, de evitar que los que viven encuentren la muerte.  Todos los seres vivientes comparten la naturaleza de la mortalidad, bien al alcanzar la vejez o antes.  
Así como los frutos tempranos cuelgan peligrosamente de las ramas, así también los mortales —una vez nacidos— peligran de muerte.  Así como las vasijas de barro terminan quebradas en fragmentos, así también es el cuerpo de los mortales. Tanto los jóvenes como los viejos, los tontos como los sabios, todos sucumben ante el poder de la muerte. Todos han de morir.  
Una vez perdida la vida, un padre no puede salvar a su hijo, ni los parientes a sus familiares. Mientras todos miran y se lamentan, uno a uno los seres queridos marchan a su liquidación. Todos mueren, y el destino al morir depende de los actos en esta vida.  Es así este mundo.   
Ni con llanto ni con lamentaciones podemos obtener la paz.  Por el contrario, el dolor será mayor, y la salud sufrirá.  Enfermaremos y palideceremos, pero los cuerpos muertos no se levantarán a causa de estos lamentos.  
Ya que has escuchado al Tatagata, Krisa, rechaza el pesar; no permitas que entre en tu mente. Al ver a uno que muere, comprende bien: ‘Jamás le veré nuevamente en esta vida.’  Y así como el fuego de una casa en llamas se apaga, así también la persona sabia sofoca el poder del dolor experta y velozmente, como el viento se lleva las semillas del algodón.  
Quien desea la paz debe sacarse la flecha de la lamentación, los suspiros, y los dolores auto-infligidos.  Quien retira esta flecha venenosa y tranquiliza su mente alcanza la paz. En verdad te digo, quien conquista la lamentación quedará libre de penas, sano e inmune, confiado, feliz, y muy cerca de  la extinción del sufrimiento. 
- Por favor, admíteme como tu discípula,  pidió la mujer. 
Buda aceptó que se sumara a los grupos de hombres que tarde a tarde, le buscaban para escucharlo.
La mujer fue inmediatamente aceptada. Una tarde que meditaba observando una lámpara de aceite vio como las llamas se apagaban una tras otra. 
- La vida es como esta llama... Algunas arden, otras se agitan y se van,  pensó. 
Y cuentan que pasadas las horas seguía observando la lámpara, hasta que alcanzó la iluminación.... Fue la primera mujer que alcanzó el nirvana bajo la dispensación del Buda…
¿Verdad que es bonita y reconfortante esta enseñanza de Buda?  
NAMASTÉ 
Fuente: Esta es la traducción de un extracto del libro Buddha, His Life Retold de Robert Allen Mitchell