Al
teléfono o en la radio, la voz es la primera impresión que
recibimos de una persona. Al oírla nos hacemos inmediatamente una
imagen de ella: si es alta o baja, gorda o delgada, o qué edad puede
tener. Pero ¿es cierto que de la voz se puede deducir la edad? No
necesariamente, opinan los expertos.
La
voz es producida por las cuerdas vocales en la laringe. Al respirar,
la presión del aire hace vibrar las cuerdas vocales y se emiten
sonidos. En los niños son tonos muy altos, pues la laringe y el
diámetro de la tráquea son todavía pequeños. A medida que pasan
los años, las cuerdas vocales aumentan en longitud y de este modo
ofrecen más posibilidades de tensar las cuerdas vocales. Con
diferente tensión podemos producir —lo mismo que con las cuerdas
de una guitarra— tonos de diferente altura. A los varones jóvenes
que están cambiando la voz, las hormonas masculinas les hacen crecer
la laringe, y entonces el tono desciende una octava. En la chicas,
por el contrario, la voz solo baja, aproximadamente, una tercera,
es decir, dos tonos.
Pero
el registro depende no solo de la anatomía sino también de cómo
nos encontremos física y mentalmente. En estados de extrema tristeza
o de furia, fatiga o miedo nos podemos quedar totalmente sin voz.
Respirar incorrectamente, adoptar malas posturas y cuchichear con
demasiada frecuencia son veneno para la voz, así como el tabaco y
el exceso de alcohol. Además, las cavidades del interior de la
cabeza, tan importantes para la resonancia, no siempre están en
las mismas condiciones. Esto se nota perfectamente cuando uno está
resfriado y tiene las fosas nasales llenas de mucosidad.
Parece
evidente, pues, que la edad no es lo único que determina nuestra
voz. Naturalmente, también la voz está sometida a un proceso de
envejecimiento que limita su capacidad. Desde el punto de vista
fisiológico hay dos fenómenos relevantes: la estructura
cartilaginosa de la laringe, que sostiene la musculatura laríngea,
se osifica y pierde elasticidad, lo que significa que la laringe se
va cayendo. La mucosa que recubre las cuerdas vocales también es
importante para un buen funcionamiento de la voz. Debe estar bien
humedecida y ser móvil y robusta. Esta mucosa está dispuesta de tal
manera que, por así decirlo, amortigua el frecuente choque de las
cuerdas vocales una contra otra; al hablar, este choque se produce,
dependiendo del tono, entre 60 y 300 veces por segundo. Además,
cuida de que las cuerdas vocales se cierren hermética y
rápidamente. De este modo el sonido es claro e inteligible.
Pero en
edad avanzada
disminuyen la resistencia y flexibilidad de dicha mucosa. Se vuelve
más seca, la voz se torna ronca.
A partir de los cincuenta años
pueden aparecer perceptibles limitaciones en la capacidad vocal.
Ya no es posible hablar durante horas o muy alto sin problemas. Los
políticos, que pronuncian inflamados discursos durante años, con
frecuencia solo pueden hacerse oír finalmente con una voz ronca,
estridente y forzada; en los cantantes se presenta, sobre todo en
notas más altas, una vibración incontrolada.
A
quien se haya quedado ahora sin voz del susto debemos decirle que, a
pesar de todo, una voz sana satisface plenamente hasta la vejez las
exigencias de una comunicación normal. Durante las siete primeras
décadas de la vida, el potencial de desarrollo de una voz poco
ejercitada es tan grande que es posible compensar las deficiencias
causadas por el envejecimiento natural y, además, mejorarla en
resistencia, claridad, sonido y expresión. Por otra parte, las voces
de hombres y mujeres cambian de manera diferente en la edad
avanzada: mientras que en los hombres se vuelve más queda y débil
y su tono se eleva, en las mujeres es frecuente que baje una octava.
Todo esto puede suceder, pero no necesariamente. La telefonista de
voz melodiosa y juvenil y el simpático moderador radiofónico pueden
ser mucho mayores de lo que parecen al oírles hablar. Por eso, solo
quienes estén dispuestos a arriesgarse deberían deducir la edad de
una persona solo por su voz.
Fuente: Die
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