Las necesidades fundamentales del alma



Carl G. Jung dijo: “Nutre tu alma porque el hambre la transforma en una bestia que devora cosas que no tolera y de las que queda envenenada. Amigos míos, es prudente alimentar el alma, para no engendrar dragones y demonios en vuestro pecho ".


El hambre del alma puede afectarnos a todos. Clarissa Pinkola, también habla mucho de ello en su libro “Mujeres que corren con lobos”: "se manifiesta como una sensación feroz. Es un hambre que se hace cada vez más fuerte, cada vez más imperiosa y que no nos deja paz hasta que respondemos a su grito. ¿Qué quiere el? ¿Qué necesita? De muchas cosas y pocas a la vez, pero una cosa es cierta: si el alma grita significa que no la hemos alimentado lo suficiente. Si el alma tiene hambre, ya es tarde".


El alma está encarnada en diferentes partes de ti: en tu cuerpo, en tu creatividad, en tu corazón, en tu mente. Para vivir bien, necesita que se satisfagan sus cuatro necesidades básicas. Si está hambrienta, significa que has perdido una parte de ti en el camino: has dejado que el exterior te empuje a renunciar a lo que te alimenta. La buena noticia es que puedes comenzar a cuidarla ahora, brindándole la nutrición que necesita.


ASÍ ES COMO SE HACE...

1.- El alma necesita plenitud

La plenitud es el reino de la materia, del cuerpo. Los cinco sentidos nos introducen en un mundo sensorial, casi sensual, hecho para ser vivido, explorado, experimentado con el cuerpo. Cuando nuestro cuerpo experimenta los cinco sentidos simultáneamente en una experiencia profunda y completa, llega una alegría extática que la llena de plenitud.


Mediante la unión de los sentidos, el cuerpo se siente vivo y detiene el tiempo para disfrutar plenamente del momento. En ese instante, solo existe el presente, un presente que se expande hasta el infinito y abre la conciencia a una nueva forma de vivir donde se puede experimentar abundancia, y plenitud.


Cuando nuestros sentidos se alinean en el momento, lo vivimos por completo, se reconoce al cuerpo su función en el mundo: la de vivir la vida al máximo porque lo sentimos moverse dentro de nosotros, con cada latido, con cada respiración. En ese instante, es la vida la que nos respira, es nuestra alma la que vive en ella, la que nos contiene.


Podemos nutrir nuestra alma con la vista, el olfato, el tacto, el gusto, el oído; podemos hacer que esta nutrición sensorial nos beneficie eligiendo saborear lentamente lo que nos da placer, lo que nos hace sentir bien, lo que llena nuestra necesidad de sentir alegría en el cuerpo, dejando de lado lo malo y venenoso.


Elige bien cómo alimentar tu cuerpo, porque es a través de él que tu alma vive en el mundo.


2.- Alimenta tu alma con belleza

La belleza profunda entendida en un sentido "chamánico" se vive, se crea, se modela, se escribe, se pinta, se baila, se representa de muchas formas. Pero incluso antes de eso, la belleza se acoge a sí misma, como un soplo de la naturaleza, como la brisa del viento que agita los pensamientos. La creatividad es ese canal que nos conecta con nuestra alma, es lo que le permite comunicarse con nosotros, y lo hace a través de la belleza.




La belleza es hija de la creatividad, de la capacidad de dar forma al mundo interior y celestial, oculto, y hacerlo con entusiasmo la convertirse en un canal de la esencia divina por un instante. La belleza se encarna, se vuelve real, concreta, palpable, cuando dejamos que lo divino se una a nosotros. En ese momento hay vida, está el alma en todo su poder.

Nutre tu alma con belleza porque es a través de ella que el Alma actúa en el mundo.


3.- La necesidad de amor

El corazón es la sede del alma de muchas civilizaciones antiguas. Pero, ¿qué sucede si descuidamos esa casa que deberíamos usar como templo? ¿Qué pasaría si la obligáramos a vivir en un lugar estrecho, frío y con poca luz? ¿Qué podría pasarle a ella y pasarnos a nosotros si esa mansión se convirtiera en una prisión?





Nuestra alma necesita amor como nosotros necesitamos aire. Amor por los demás, por supuesto, hablamos de esto todos los días, pero también de amor por nosotros mismos. Un amor que nos urge a abrir nuestras puertas al mundo, un abrazo como es, sin pero, desde nuestro mundo de luz y oscuridad, buenas y malas, acogiéndonos también, todo de una pieza, sin pretensiones, sin expectativas. Porque merecemos amor, independientemente. De esta forma haremos de nuestro corazón el templo sagrado de nuestra alma, como se merece.


Nutre tu alma amándote a ti mismo, acogiendo tus imperfecciones con bondad, paciencia, comprensión, compasión, porque es a través de este amor que el alma se encarna en el mundo y lo hace sagrado.


4.- Aliméntalo con la maravilla

La vida se compone de muchos momentos de pura maravilla que son como puertas a nuestro ser profundo y auténtico. En los momentos intermedios, como el que transcurre entre la inhalación y la exhalación, hay un espacio / tiempo que se puede atravesar lentamente, gracias al silencio de la mente y al vacío de los pensamientos. En esos espacios nada se puede dar por sentado, todo es un regalo: el tiempo, la vida que fluye dentro de nosotros, el mundo, la luz del sol, el aire que respiramos. Todo se puede ver como lo que es: el milagro de vida.

Para captar la maravilla que nutre el alma, es necesario observar la vida con profundidad.




Por ejemplo, debajo de tus pies no solo está la tierra, el suelo, sino que hay un planeta vivo flotando en la inmensidad del Universo. Debajo de tus pies hay estrellas, soles, galaxias en movimiento. Debajo de tus pies hay infinito. 


Pero para ver este milagro, es necesario acoger el vacío de los pensamientos, liberar el espacio mental y dejar que tu alma te lleve a explorar el mundo tal como lo vive, con asombro, y la maravilla es minimalista: le gustan las cosas simples, porque mira la profundidad de las cosas, no su superficie como lo hace la mente. En la profundidad de la conciencia se encuentra el milagro, la maravilla sin fin. Ahí es donde puedes encontrar el alma.

Lo más hermoso que le puede pasar a un ser humano es descubrir el fuego sagrado, el fuego de su alma.Y asegurarse de que toda la vida sea la expresión de esta alma.” (Annie Marquier)

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